charlas esperanzadoras de las matinas codesianas....
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Dulce fragaria:
Para qué seguir cargando la cruz de viejas pasiones rancias, si la intensidad de los besos desmontaría al mismísimo prócer católico de su atadero. Para que oscilar al borde de un incierto mar de falsas promesas, sabiendo que si lo miras bien es sólo un charco que puedes saltar para caer de nuevo en tierra firme. Con que sentido aferrarse al recuerdo de un simple juglar que supo con su labor, tenido un VIP al epifaníco circo de inverosímiles emociones.
Ni la vida ni el infierno descongelarán nuestros besos inmóviles que aún mantienen el gusto de tus labios de la noche por la madrugada. Es como querer arrancar de mis retinas, las tuyas hambrientas de pasión e incesto, o la sinfónica respiración del afecto en silencio. Como no recordar posturas incómodas de desequilibrio entre deseo y apego, abrazos indecisos pero precisos que enfriaban la piel hasta el punto de quemar cada parte que conseguía el contacto, si no tendré los labios chamuscados por caer en la tentación de tu dorso desnudo.
Al igual que caía la noche, caían lágrimas de sudor por nuestras frentes que por momentos fueron solo una, los segundos de sueño eran sólo eso, sueños ofrendados a la hoguera que ardía exaltada entre los dos en la dominante homogeneidad de la oscuridad.
Besos que vencen al sueño, miradas que vences a los besos, y la no explicación de que no existe nada mas intenso que tus ojos de onix, tan profundos, tan salvajes y dictadores. Tan seductores que determinan mis actos e hipnotizan mi inconsciente.
