martes, 13 de enero de 2009
Monstruo de la noche.
Monstruo de la noche.
Después de una larga y a su vez muy corta noche de boliche, lo único que habita en mi cuerpo es el cansancio y las desesperadas ganas de llegar a casa a dormir. Con el frió de la luna, y con el ultimo peso en mi bosillo, me afirmo a la pared en espera de aquel monstruo de la noche que es el ineludible transporte de todo aquel que sabe esperar.
Con la mirada precisa en un zócalo, voy enmendando su recorrido en mi mente, procurando armarlo lo más lento posible para, de algún modo sorprenderme al notar que se acerca antes de lo previsto. Pero las horas esperando el colectivo son eternas.
Hasta me prendí un cigarro para provocarlo, creo yo que de alguna extraña manera al prender un cigarrillo, instantánea e inconscientemente el bondi se asoma doblando la esquina de la forma mas mística, induciéndote a apagar lo recién encendido, aunque solo funciona si no estas apurado ni estas desesperado por llegar a destino.
En plena lucha contra los parpados y hambre, me doy vuelta para admirarlo, hay viene el maldito con su paso de tortuga y su conductor escribiendo lo que nadie sabe en un papel. Se detiene me mira y me deja entrar.
A esas horas siempre hay un asiento esperándome, donde me acomodo, afirmo la ñata contra la ventana, y con los ojos entrecerrados veo como marchan los postes de luz.
De ahí en adelante todo es negro; Y con un susto me despierto tan solo metros antes de mi parada de la forma más arrebatada y ese es uno de los pocos momentos en que llego a pensar que dios existe.
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